Un Día del Trabajo con Menos Trabajadores Migrantes
Por José López Zamorano- Para La Red Hispana
A diferencia del resto del mundo, que celebra el Día Internacional de los Trabajadores, el Primero de Mayo, que conmemora los trágicos eventos de la “Revuelta de Haymarket” en Chicago en 1886, Estados Unidos lo hace la primera semana de septiembre.
El “Labor Day” de Estados Unidos se remonta a un desfile de trabajadores que se llevó a cabo en Nueva York en 1882. El presidente Grover Cleveland optó por apoyar la celebración en septiembre. En 1894, el Congreso de Estados Unidos aprobó una ley que declaraba el primer lunes de septiembre como día festivo federal para honrar a los trabajadores.
Ciento treinta y un años después, cientos de ciudades de Estados Unidos celebraron el Labor Day de 2025 con marchas en contra de la militarización de las ciudades como en Chicago y en reivindicación de los derechos de los trabajadores, al margen de su situación migratoria.
Fue un Labor Day con menos trabajadores. Según datos preliminares de la Oficina del Censo analizados por el Pew Research Center, más de 1.2 millones de migrantes desaparecieron de la fuerza laboral entre enero y finales de julio. Esto incluye tanto a personas que se encuentran en el país sin documentos como a residentes legales, de acuerdo con The Associated Press.
En Estados Unidos, uno de cada 5 trabajadores son migrantes, incluidos más de 4 de cada 10 en el sector agrícola, pesquero y forestal. Se desconoce si la reducción de la mano de obra de los migrantes obedece a salidas voluntarias o temor a trabajar por las redadas y deportaciones, pero es un problema cuyo impacto se resentirá más temprano que tarde en escasez laboral y precios más altos.
La realidad es que los migrantes representan un motor vital en la agricultura, la construcción, el cuidado de personas mayores, la limpieza y los servicios de comida.
No son una franja marginal: cosechan los alimentos, levantan edificios, cuidan hogares y atienden restaurantes. Su aporte sostiene no solo a familias y empresas, sino a toda la economía estadounidense. Y aun así, su presencia suele ser reconocida solo en estadísticas, rara vez en narrativas de pertenencia.
Conmemorar el Día del Trabajo sin hablar de los trabajadores migrantes es una omisión preocupante.
Reconocerlos no significa solo agradecer su esfuerzo, sino enfrentar la pregunta de fondo: ¿cómo puede un país celebrar el valor del trabajo y al mismo tiempo criminalizar a quienes lo realizan en las condiciones más duras?
El Día del Trabajo podría ser más que un feriado. Podría convertirse en un momento para ampliar la memoria colectiva: incluir a quienes, con acentos distintos, sostienen la economía desde abajo.
Ellos y ellas no sólo son “mano de obra”; son trabajadores con nombres, familias y derechos. Reconocerlos es, en última instancia, honrar de manera coherente lo que este día dice conmemorar: la dignidad del trabajo.