“Gente muy poderosa sabe que soy inocente, pero me quieren en la cárcel”: los dos duros años en prisión del periodista José Rubén Zamora tras destapar la corrupción en Guatemala
José Rubén Zamora Marroquín está a punto de cumplir un mes de arresto domiciliario tras pasar más de dos años en la cárcel, en los que sufrió abusos y torturas, según denuncia.
Fundador de los diarios Siglo Veintiuno (1990) y El Periódico (1996), Zamora es toda una leyenda viva del periodismo de investigación que durante más de tres décadas destapó importantes escándalos de corrupción de las élites de Guatemala.
Estaba acostumbrado a vivir entre amenazas y agresiones -entre ellas un ataque con granadas- de los poderosos enemigos que se fue granjeando, hasta que un cuestionado proceso judicial durante el gobierno de Alejandro Giammattei (2020-24) lo llevó a la cárcel.
El periodista, que hoy tiene 68 años, había destapado varias tramas corruptas vinculadas a Giammattei, entre ellas la presunta concesión de una explotación minera a una empresa rusa mediante sobornos.
Bajo el control de los fiscales Consuelo Porras y Rafael Curruchiche -nombrados por Giammattei, aún en el cargo y ambos en las listas de actores corruptos de Estados Unidos y la Unión Europea- el Ministerio Público de Guatemala acusó a Zamora de lavado de dinero en 2022.
Lo encarcelaron de forma preventiva en junio de ese año en la prisión militar Mariscal Zavala, donde en octubre de 2023 recibió una condena a seis años de prisión que luego se anuló, a la espera de un nuevo juicio en 2025.
También enfrenta acusaciones adicionales por obstrucción a la justicia y uso de documentos falsificados.
La fiscalía guatemalteca sostiene que el proceso está completamente desvinculado de su actividad periodística, pero Amnistía Internacional considera las causas “infundadas” y muchos las ven como un modo de amordazar al informador más incómodo de la historia del país.
De hecho, El Periódico no sobrevivió a su encierro y cerró definitivamente en mayo de 2023.
Guatemala comenzó este año con un nuevo presidente, Bernardo Arévalo, un reformista de centro-izquierda enfrentado con el Ministerio Público, que ha tratado de apartarlo del cargo en varias ocasiones.
Arévalo fue uno de los primeros en visitar en su arresto domiciliario a José Rubén Zamora, a quien consideró “el más significativo ejemplo del castigo al que fue sometida la prensa durante el régimen de oscuridad y corrupción”.
Recluido en su domicilio en Ciudad de Guatemala, el periodista concedió esta entrevista por videollamada a BBC Mundo.
¿Cómo lleva su nueva normalidad?
Me siento extenuado, y todavía no he logrado aterrizar por completo en mi nueva normalidad. Mi situación en cualquier momento podría cambiar, ya que (los fiscales) quieren regresarme a la cárcel.
Sin embargo, me siento muy contento; salgo a las calles a caminar. He tenido que ir a un funeral o hacer visitas, y la gente me para, quiere una selfie conmigo, me da la bienvenida. Incluso algunos dejan, sin querer, entrar a mi casa claveles, flores, comida… Nunca he sido tan mimado en mi vida.
Aunque nunca le habían encarcelado, no es su primer enfrentamiento con el poder. ¿Esta vez se ha sentido más arropado?
Creo que siempre que tuve problemas fuertes, la reacción posterior fue semejante. Quizá ahora ha sido un poco más, porque el acompañamiento y la solidaridad de la prensa nacional, regional y mundial han sido extraordinarios. Jamás esperé un apoyo tan poderoso, y eso hizo que la gente aquí fuera más militante y que esté más consciente y sea más afectuosa conmigo.
¿Cómo fueron sus 813 días en la cárcel?
Desde la primera noche me metieron en la sección de aislados, diseñada para gente que ya está en la cárcel pero que tomó acciones peligrosas o violentas con otros presos y los ponen ahí no más de 15 o 18 días. Ahí estuve yo más de 800 días.
Era una bartolina (calabozo) de unos tres metros de altura con orificios solo para la ventilación. Estaba solo, no tenía vecinos ni veía a otros reclusos, excepto cuando me transportaban a tribunales. Solo pude ver a algunos presos, incluso a enemigos míos que contrataron en el pasado sicarios para asesinarme por poner en evidencia sus actos delictivos.
Me llevaban comida dos veces a la semana en una hielera. Tenía una puerta blindada con una pequeña ventanita en la que colocaron un entramado para que no pudiera ni siquiera sacar las manos.
¿Qué fue lo más duro?
Un día que salí para una audiencia, mientras yo estaba fuera las autoridades abrieron mi bartolina y dejaron una bolsa con centenares o miles de insectos. Había gusanos que me hicieron una especie de caminos subcutáneos en los brazos, en los hombros, en los muslos, en las pantorrillas. Otros me hicieron caer la piel de los codos y de las articulaciones. Había una especie de pulpo terrestre que era como una sanguijuela y fue el que más daño me hizo. Cuando se iba la luz, me caían todos esos animales encima.
Estuve con esos animales cinco meses. Les echaba Baygón y era como si les diera un Negroni, un Martini, como un aperitivo. Me estuvieron comiendo durante seis meses. Después, logré conseguir un insecticida a granel muy potente y así terminé con todos los insectos, pero me intoxiqué, me dañé los pulmones me causó problemas en el sistema nervioso.
Desde entonces me duelen todos los huesos, las plantas de los pies cuando camino, los empeines y la columna. Me siento como si hubiera peleado un round con Tyson, como si me hubieran dado una paliza, pero estoy con ánimo, estoy feliz de estar fuera.