Opinión Por: Marcos Dávila
No fue Trump, no fue debido a una guerra, no fue debido a una crisis económica mundial, uno de los golpes más fuertes que han recibido los inmigrantes en este año 2020, lo ha venido a propinar una pandemia.
Con el brote del Covid-19, el actual ocupante de la Casa Blanca parece estar viendo uno de sus mayores sueños hacerse realidad: una frontera más sellada que antes; un sistema de inmigración paralizado; muchos trabajadores se encuentran hoy sin empleo debido a la cuarentena, y hay una situación generalizada muy precaria.
Siempre es un mal momento para caer en las garras de la migra pero hoy, para los inmigrantes indocumentados en Estados Unidos es uno de los peores momentos. Ningún inmigrante desea caer en las garras de la migra, ningún inmigrante se quiere morir en un centro de detención, ningún inmigrante desea ser una cifra más, una víctima de la negligencia por parte de los oficiales de la migra.
Se dice que el Covid-19 no discrimina, que agarra parejo a ricos y a pobres, a poderosos o a humildes. Pero está claro —esto solo los inmigrantes lo saben porque son quienes lo viven en carne propia— que esta pandemia sí ha venido a ensañarse de forma particular con los inmigrantes, con los más vulnerables, con los que menos tienen, con los más propensos a la enfermedad.
La comunidad inmigrante en los Estados Unidos no vive de milagros, pero si llegase pronto el milagro de la vacuna y se terminase esta inédita crisis mundial, bienvenidos sean los milagros. Por ahora, una prioridad es proteger al más vulnerable, eso es algo que le conviene a todos, aun a los ciudadanos más antiinmigrantes.
Por el bien de todos, ¡libertad a los inmigrantes presos, ya!